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Xavier Monteys

La calle y la casa

Xavier Monteys . La calle y la casa (1)

+ Editorial Gustavo Gili

“La calle es una habitación por consenso. Una habitación comunitaria cuyas paredes aportan los que allí viven, entregadas a la ciudad para uso colectivo.” Estas palabras de Louis I. Kahn son quizás las que mejor expresan la intención de este libro, el tercero de una trilogía formada por Casa collage y La habitación en la que Xavier Monteys se propone reflexionar sobre nuestras formas de habitar el espacio.
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La calle y la casa vistas a la vez, así, enunciado de la manera más llana, es el propósito de este libro. Este libro aspira a formar una trilogía sobre el espacio que habitamos —con mis anteriores libros Casa collage (2001, con Pere Fuertes) y La habitación (2014)— agrupando casos distintos: ejemplos de calles, las situaciones que se dan en ellas, anomalías, retratos de calles —bien en pinturas o en el cine—, géneros, descripciones tomadas prestadas de la literatura, etc., y también edificios de viviendas y sus interiores. El origen del texto procede de las ideas que han ido surgiendo al intentar explicar la casa desde todo aquello que la rodea y la condiciona en el contexto de las clases de algunas asignaturas que he ido impartiendo y que han acabado por sacar a flote lo que aquí se reúne. “Urbanismo de interiores” es una fórmula que debo a Carlos Dias Coelho, profesor de la Facultad de Arquitectura de Lisboa, a quien se le ocurrió este término en el contexto de la defensa del programa de una asignatura de proyectos arquitectónicos a la que asistíamos en aquella facultad. El interior, presente en los proyectos de vivienda, es omnipresente, como lo es el lugar mental que ocupa en la ciudad.

El propósito del libro es, pues, ayudar a hacer visible una dimensión poliédrica de la calle, pero con la atención puesta en todo aquello que la relaciona más intensamente con la casa; una relación explícita y condensada en el dibujo de Louis I. Kahn que aparece en la cubierta del libro y las palabras que lo acompañan: “La calle es una habitación por consenso. Una habitación comunitaria cuyas paredes aportan los que allí viven, entregadas a la ciudad para uso colectivo”. Tal vez estas palabras sean el mejor resumen de lo que este texto se propone. Podríamos decir que la intención es mostrar esta relación como algo físico, como un espacio. Un espacio real, pero también un espacio mental, un estado de ánimo. La casa y la calle se abrazan y se excluyen, se complementan y a veces se oponen; son contradictorias, pero no podemos razonar sobre la una sin la otra y, muy a menudo en tiempos recientes, hemos visto cómo la calle parece sustituir a la casa en ciertas actividades. Obviamente, la casa sale a la calle por la ventana o por el balcón, las ventanas se asoman a otras ventanas y al gran teatro de la ciudad; las casas urbanas se prolongan hacia la calle, que es su extensión vital, plástica y ambiental; y del mismo modo, la calle se mira en las ventanas y parece ganar sentido cuando está acompañada por las ventanas de la ciudad.

Tal vez sea útil precisar que mientras que la plaza, en cuanto que ágora —en sus distintas formas: corrala, patio de vecinos, foro, atrio o platea—, ha gozado durante tiempo de una fortuna crítica indiscutible como elemento capaz de dar sentido a los edificios residenciales de su alrededor, la calle parece no haber tenido la misma suerte, y aquí quisiéramos corregirlo. Aunque, claro está, hay excepciones destacadas, como el texto La ciudad no es una hoja en blanco, de Maria Rubert de Ventós y Josep Parcerisa, un texto construido sobre una inteligente reunión de elementos, entre los que destacan las calles y los textos escogidos sobre estas, con ejemplos que adquieren sentido por su reunión más que por las ciudades a las que pertenecen; un libro directo que habla sin filtros de las predilecciones de sus autores.

Habría que distinguir entre la calle como infraestructura y la calle como lugar, entre el proyecto de una vía urbana y el de un espacio urbano que incluye partes de los edificios que la forman. La calle no es el “resto”, no es el vacío que existe entre las sólidas edificaciones; por el contrario, en cuanto que espacio, la calle es la que mantiene juntos a los edificios, los sujeta y los mantiene en equilibrio. Esa calle es el objetivo y el elemento central de este texto. Las calles que se decoran para las celebraciones populares dejan entrever esta manera de concebirla, como algo sustantivo, aunque solo sea unos días al año. Reclamamos contemplar y pensar la calle como construcción, como edificio, ayudándonos de galerías cubiertas, ya sean de vocación urbana como en Milán, o galerías de palacios y pinacotecas, que con sus dimensiones hacen que a su lado algunas calles sean de tamaño casi doméstico. Vemos calles y edificios, y comenzamos mirando casos singulares, como la Galleria Vittorio Emanuele de Milán o el Ponte Vecchio de Florencia, y acabamos por ver también edificios en algunas perspectivas urbanas. Usando la terminología de Louis I. Kahn, y aun no estando exactamente de acuerdo con ella, proponemos ver también la calle como el espacio servido, no solo como el espacio servidor, un ejercicio que quizás contribuya a enderezar la situación.

Pero hay más. Podríamos decir que habitualmente todo aquello que ocurre en la calle no ocurre en casa y, al contrario, lo que hacemos en casa no lo hacemos en la calle, aunque no todos optemos por hacer o dejar de hacer exactamente las mismas cosas. Nos vestimos para salir a la calle y usamos ropa distinta, para “andar por casa”. Nuestro comportamiento es distinto en uno y otro sitio. [...]